La elección de un elemento genera un estudio profundo de la morfología hasta llegar a la representación, que, a su entender, expone la naturaleza del objeto. Esta representación, que será repetida y yuxtapuesta, dará soporte a la obra.

A partir del uso del color, las unidades, arquetipo de las formas representadas, son resaltadas o convertidas en una trama donde podemos observar la parte o el todo, generando un inagotable juego visual.

Marisa nos plantea así, una elección discursiva y nos otorga como espectador la decisión.

El proceso de creación en donde el signo elegido es repetido para crear un soporte entramado, sumerge a la artista en un estado similar al que proporciona la repetición de un mantra. Esta experiencia trasciende la obra y llega al espectador generando una percepción de quietud.

Las tensiones y las líneas compositivas se equilibran en el entretejido, se refuerzan con el uso del color y texturas visuales, aumentando la placentera experiencia.

La trama que teje un mito, lo cotidiano dando color a la vida. Ambos son los caminos abordados por Alaníz.